martes, 8 de julio de 2014

La Pyrénéenne 2014

A las siete de la mañana daban la salida en Saint Lary de la octava edición de La Pyrénéenne, prueba ciclodeportiva, con final en alto, en la que se suben cuatro puertos de esos que vemos, repletos de vaquitas y prados verdes, por la tele en El Tour de Francia y que tantas veces nos han ayudado a conciliar el sueño. A las seis y media la rueda trasera de mi bicicleta estaba en el suelo, solo traía una cámara de recambio y unos nervios que apenas habían aparecido hasta el momento, se presentaron de repente y todos juntos en la habitación del hotel, todo se convirtió en una situación digna de película de los hermanos Marx... Bea en pijama pidiendo una cámara en el pasillo y yo de puro nervio no acertaba a destalonar la cubierta... Gracias a unos compañeros que me dejaron una cámara y me destalonaron la cubierta, pude estar a las siete menos diez en la salida con una cámara de repuesto y con gran parte de los nervios que no se querían perder el evento.

 
Sin calentar pero con el pulso de haberlo hecho, pasaba bajo el arco de salida, a pesar de estirarse el pelotón no tardo en acercarme a la cabeza y tras una avalancha por la izquierda para coger posiciones delanteras se produce una caída, apuramos frenada y se produce otra caída sin consecuencias aparentes, como no son aparatosas, ¿qué hacer?, pues piernas para que os quiero, aquí no paran mas que los afectados... madre mía.

Comienza la ascensión a la primera cima mítica, el Col d'Aspin, lo subo muy bien, todo lo ágil que se deja y sin apenas sobrepasar mi supuesto umbral anaeróbico, me hubiera gustado subir en posiciones mas adelantadas, pero las caídas hicieron que el grupo se estirara y aunque podía haber forzado para alcanzar un pequeño pelotón que iba por delante, no quise gastar mas de lo necesario. Unas curvas unidas con rectas que parecían estar hechas con tiralíneas dibujaban un zig-zag sobre una ladera verde, arriba donde estaba el fin de la línea, se divisaban caravanas, quedaba mucho todavía. Siete, nueve y medio, siete y medio, ocho, ocho por cien... los kilómetros marcados en señales verticales, con el porcentaje, con la altitud, no se si esto ayudaba o no, pero ahí estaban las dichosas señales kilómetro a kilómetro. Junto con Jesús un compi de Madrid alcanzamos a dos descolgados y los cuatro coronamos juntos, en la cima nos hacen una foto. Como siempre, en el descenso dejé que me pasarán y cerré el grupo hasta Saint Mary de Campan.


Cruce a la derecha y aquí comenzamos la ascensión al mítico Tourmalet, diecisiete kilómetros a mas de un seis por cien de media, con unos kilómetros finales que no bajan del nueve por cien y el último a mas del diez. Como tenía planteado, salvo los puntos mas duros, lo subí ágil rodando en intensidad aeróbica. No recuerdo bien como se hizo la selección, pero la mayoría del puerto los subimos Jesús, Alfonso (un colega suyo que nos alcanzó), un chico francés y el que suscribe, había que guardar, ninguno hicimos exhibiciones, creo recordar que nos adelantaron tres, uno sin dorsal, en principio hicimos por seguirles a cada uno de ellos pues no iban juntos, pero fuimos reservones y preferimos seguir a nuestro ritmo. Llegamos a La Mongie ‘empieza lo bueno’, a lo lejos por delante vemos la cabeza de carrera ‘madre mía ¡cómo suben!’ y un grupo intermedio ‘esos tampoco van cojos’, seguimos a nuestro ritmo, a  Jesús y a Alfonso les da para hacer fotos, incluso me hicieron una a mi (muchas gracias), el francés se queda rezagado, mientras Jesús guarda el chubasquero, yo me descuelgo para que enlace otra vez y coronar juntos. En la cima nos avituallamos, el francés se adelanta y es el primero en comenzar el descenso, Jesús y Alfonso se hacen mas fotos, yo a dos mil ciento quince metros de altitud decido lanzarme al descenso en solitario pues el aire era frío y sin chubasquero ni chaleco me estaba quedando helado, delante no pierdo de vista al chico francés y al cabo de un rato me alcanza un grupo donde no venían ni Jesús ni Alfonso, pero decido cogerles rueda, bajamos muy rápido, se me hizo interminable, yo siempre cerrando el grupo sin perder comba. Tanto el ascenso como el descenso del Tourmalet fue como un déjà-vu, nunca había estado allí pero todo lo conocía. Pasar por donde tantas veces se han batido los grandes,  las pintadas … , no se muy bien pero me salían sonrisas, me venían sensaciones, imaginaba la voz de Perico o la de Carlos de Andrés contando anécdotas o recriminándose tonterías.


Llegamos al ‘llano’ al principio picando hacia abajo, después picando hacia arriba… ‘ahora tiro yo’,  ‘ahora tiras tu’, ‘vamos que ese se escapa’, ‘guarda que todavía queda mucho y estos no asoman el morro’, ‘a esto en mi pueblo le decimos puerto’… Paisajes, pueblos, construcciones todo muy bonito y nada que no hayamos visto por las tardes de verano durante la siesta. Así hasta Campan.


Donde volvemos a girar a la derecha para comenzar la penúltima ascensión, al principio Col d’Aspin, por donde habíamos bajado antes y donde pudimos leer ‘VALVERDE’ varias veces pintado en el asfalto. No me encontraba cómodo,  pero tras coger el desvío otra vez a la derecha hacia a L’ Hourquette d’Ancizan, todo cambió como el paisaje, me dejaron coger la batuta y poner buen ritmo, creo que alguno se descolgó, pero el grupo coronamos casi al completo. El paisaje increíble, inmensos prados verdes, familias de pic-nic , pinos gigantes, vacas, caballos, burros… la gente nos veía, aplaudían, gritaban ‘allez-allez’. Arriba un compañero del grupo me dió las gracias por haber tirado en la subida, lo cual me llenó mucho y se las devolví. En el avituallamiento me pareció ver a un par que en el llano se habían escapado, ‘¡ahí os quedáis!, nos vamos para abajo’, dejo pasar al chico que me dio las gracias y a su rueda comienzo el descenso, poco a poco se va haciendo mas numeroso el grupo, yo… cerrando como siempre, hasta que veo un cartel ‘DANGER’, recuerdo que en una hoja que nos dieron junto al dorsal hacía hincapié en el peligroso descenso de L’Hourquette, además el chico francés del Tourmalet también me lo había dicho, me bloqueé y me ganaron demasiada distancia, cuando llegamos al llano dirección Saint Lary, los tenía a tiro e intenté cogerles pero el viento en contra me lo impidió, gasté muchas balas, demasiadas y lo pagué. Aunque en el avituallamiento cogí a cuatro o cinco de los integrantes del grupo, iba tocado, los últimos arreones, ciento setenta kilómetros en las piernas y mas de tres mil setecientos metros de ascensión acumulada hicieron mella en mi. Además el GPS apuntaba a que al final no iban a ser cuatro mil metros como yo creía, sino muchos mas, todavía quedaba un puerto de primera especial por delante.


Comienzo la ascensión al Pla d’Adet con dos chicos de todos los que hemos ido juntos desde el descenso del Tourmalet, tocado no tardo en ponerme en modo autoprotección, a mi ritmo y viendo como me iban ganando terreno poco a poco van pasando los kilómetros, primero al nueve por cien, segundo, tercero y cuarto al diez, nueve, ocho y medio, nueve y medio por cien y por fin un descanso… cinco, siete y siete. Adelanto a muchos participantes, casi todos de La Dos Vallés, sus caras son un poema, muchos se bajan de la bici, alguno sube andando, ahora soy yo el que les dice ‘allez-allez’ pero no muy alto para no gastar energías. Por un momento se me pasa por la cabeza parar a descansar ‘ni se te ocurra Juan’, pienso que si me bajo de la bici ya no vuelvo a subirme a ella, voy por la mitad, me tomo un gel, tarda en llegar la tregua pero al fin lo hace ‘¡vamos que esto está hecho!’, oigo a Bea ‘¡chaleco, chubasquero, agua, isotónica!!! ¿qué necesitas?’, ’nada’ contesto, le lanzo el bidón que me sobra y saco fuerzas para poder sonreír en las fotos, me cuesta, todo cuesta, hasta sonreír cuesta a estas alturas, pero me encanta chupar cámara (¡eh! ¡Pedro! jejejeje). Adelanto a uno, enfrente la última rampa, un rampón, me pongo de pié y hago garza, los calambres amenazan y durante un segundo todo se ralentiza ‘mierda’, me siento, doy varias pedaladas y me vuelvo a poner de pie ‘los calambres se han ido’, llevo al último adelantado a rueda, tengo claro que no va tardar en sacar el cuchillo, me la pela, me la pela y mucho, en los últimos metros me adelanta ‘¡tírale valent!’, esto ya está, lo mas duro que he hecho en mi vida y ya está, acabé. C’est fini.


En el avituallamiento llega Bea con una sonrisa, la veo muy contenta y yo me alegro, me alegra verla feliz, feliz por mi, porque ya está, porque ya ha acabado, entrenamientos, cicloturistas, viajes han llevado a buen fin, no han habido caídas, no han habido averías, el cuerpo ha respondido y el objetivo está cumplido. Nos reimos, le doy un abrazo, un beso, y... la bici para que la aguante mientras como algo, mira que pronto me cargo un bonito momento. Gracias Bea por soportarme día a día.

Comiendo algo saludé a compañeros de fatigas, como siempre hubieron comentarios, guiños, miradas de complicidad, choques de mano... hemos sufrido muchísimo juntos hoy aquí y eso une, aunque solo sea para este rato en el avituallamiento, pero une. Vi a Jesús que acababa de llegar también, fueron Alfonso y él mano a mano todo el camino, menuda paliza se pegaron a solateras, ¡bravo por ellos!. En un momento comenzó a tronar e inmediatamente después a llover, esto me hizo desistir de bajar el puerto para soltar piernas, monté la bici en el coche, ducha, comida, estiramientos y para Valencia que nos esperan.



P.D.: Siempre le doy valor al resultado de una cicloturista mirando el tiempo y la gente junto a la que llego, en La Pyrénéenne no conocía a casi nadie, por lo que con el diploma de oro que me han dado estoy mas que pagado. 

El ambiente que en Saint Lary se respiraba daría para otra entrada, pero no creo que la escriba, no éramos muchos, pero los suficientes para llenar las calles de un pueblo tan pequeño, coches que por lo menos (si no lo eran, pues no creo que todos estubieran en UK) parecían los oficiales de comisarios del Tour, carteles por todos los lados indicando su paso por Saint Lary con final en Le Pla d'Adet, la carpa de entrega de dorsales y maillots, la pequeña feria, el escenario, el arco montado desde el día anterior... y sobretodo la fuerte autosugestión que yo llevaba, hacía que se respirara Le Tour de France por todos los lados.

La organización aunque humilde para mi perfecta, no tuve que hacer cola para recoger el dorsal, muchos coches y motos controlando (ni un gendarme), los cruces bien señalizados, con personas parando el tráfico en los mas importantes y en las rotondas. Avituallamientos bien surtidos, que aunque yo cambiaría la coca-cola por isotónica, eran perfectos para reponer energías. No hace falta mucho mas para que una ciclodeportiva tenga éxito y para mi lo tuvo.

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